Foto cedida por El Viejo Topo
Quisiera comenzar esta intervención recordando a Francisco Fernández Buey intelectual comunista, marxista y fundador de IU. Su memoria y ejemplo nos acompañaran siempre.
No hace demasiado tiempo, paseando por Córdoba,
recordaba Julia Anguita, con cierta sorna, que a él, en IU, le aprobaban
los informes por unanimidad y que luego cada cual hacía lo que le venía
en gana.
En esta Asamblea, la primera cuestión que habría que
recuperar es la veracidad, la coherencia entre lo que dice y lo que se
hace, huir del lenguaje falsario y desterrar eso de que el papel “lo
aguanta todo”.
Una segunda cuestión en la que merecería la pena
detenerse tiene que ver con la caracterización de la etapa histórica en
la que vivimos, distinguiendo entre normalidad y excepción. La historia
avanza a saltos, el tiempo histórico se comprime y acelera, las verdades
y hábitos de la etapa de normalidad ya no sirven. Lo fundamental es
saber que vivimos una etapa de excepción histórica, de agudización de
los conflictos de clase y de ruptura con los fundamentos tradicionales
del poder.
Habría que hacer una tercera distinción: el factor
tiempo es muy importante. En esta Asamblea, en los debates que hemos
tenido en estos meses parecería que tendríamos todo el tiempo del mundo y
no es así. En los periodos de excepción se dan enfrentamientos
frontales y se definen las correlaciones de fuerzas futuras. Para
decirlo con más claridad: en los próximos dos o tres años, como mucho,
se concretará si la reacción avanza o retrocede, si las clases
trabajadoras defenderán o no los derechos sociales y laborales
conquistados y si seremos capaces de construir una nueva sociedad de
hombres y mujeres libres e iguales, una democracia plebeya.
Esta
Asamblea tiene por delante el debate de cuatro cuestiones fundamentales
planteadas en las tesis políticas: 1) la rebelión democrática; 2) el
proceso constituyente; 3) la construcción del “bloque político y
social”; 4) la necesidad de una “revolución interna” en IU como fuerza y
como organización política. Todo esto significa un giro radical,
sustancial, que nos exigirán cambios profundos en los modos de hacer y
practicar la política, nuevas relaciones entre trabajo en las
instituciones y los movimientos sociales y, es fundamental, formas de
organización diferentes a las tradicionales. No es poca cosa.
Quisiera,
en esta intervención, hacer referencia a algunas cuestiones no
abordadas o insuficientemente analizadas en las tesis políticas. La
primera tiene que ver con el análisis y caracterización de la crisis. Se
trata, evidentemente, de una crisis capitalista y, más allá, de la
crisis de una entera civilización. Seguramente, el aspecto más relevante
sea la inaudita acumulación de “crisis en la crisis”, es decir, una
crisis económico-financiera que abre una crisis geopolítica y en las
relaciones internacionales, que profundiza al límite la crisis
ecológico-social del planeta, y, sobre todo, una crisis del
“occidentalismo” como predominio político cultural de la modernidad
capitalista euroamericana.
En las tesis no se tiene
suficientemente en cuenta los cambios geopolíticos, destacadamente la
decadencia de EEUU (y su aliado subalterno, la Unión Europea) y el
ascenso de nuevas potencias. Estamos en plena transición geopolítica
mundial y lo decisivo es la tendencia a la multipolaridad. Lo que eso
significa es una gigantesca redistribución del poder a nivel mundial. El
problema radical es que, históricamente, estas crisis se han resuelto
siempre, tarde o temprano, con la guerra, con la expansión del
militarismo y con enorme sufrimiento de las poblaciones. La lucha por la
paz debería ser una prioridad de nuestro trabajo.
Una segunda
cuestión tiene que ver con la Unión Europea. Nuestra posición es clara
en este tema: el federalismo europeo que tradicionalmente hemos
defendido tiene que ser sustancialmente revisado. La “Europa alemana”
impide cualquier avance democrático y perpetúa las desigualdades
sociales y entre países. La cuestión del euro tiene que ser planteada
con todo su radicalidad.
La tercera cuestión hace referencia a
lo que algunos hemos llamado la “crisis orgánica” del capitalismo
español. Hablamos de toda una etapa histórica que se ha cerrado: la que
va desde los primeros gobiernos socialistas hasta el 2007. Lo básico es
entender que esta crisis del patrón de acumulación capitalista español
abre una crisis de régimen, de Estado y de la política en sentido
fuerte. No voy a detenerme mucho aquí; subrayar, sobre todo, que detrás
de la crisis de régimen está el cuestionamiento profundo del
bipartidismo político dominante. Lo hemos dicho muchas veces y hoy
conviene repetirlo: el bipartidismo ha sido un modo de organizar el
poder al servicio de aquellos que no se presentan a las elecciones y
detentan el poder económico, mediático y cultural. La alternancia ha
sido eso, diferencias entre partidos dominantes siempre resueltas en
favor de los poderes fácticos.
La pregunta que las tesis
políticas no se hace es la siguiente: ¿Cómo combatir realmente el
bipartidismo? Aquí y ahora tenemos dos experiencias, la andaluza,
gobernar con el PSOE y la extremeña, dejar gobernar al Partido Popular
Este debate no puede ser eludido y tiene que realizarse a fondo, hasta
sus últimas consecuencias. Nuestra propuesta es también diáfana: no hay
posibilidad de regeneración democrática en nuestro que no pase por la
ruptura con el bipartidismo y la construcción de una gran fuerza
democrático-popular (el bloque políticos y social) que derrote a la
derecha, le dispute la hegemonía al PSOE y, no se debe de olvidar,
neutralice a la extrema derecha emergente.
También en este tema
el factor tiempo es muy importante. Los poderes fácticos harán todo lo
posible por perpetuar el bipartidismo (siempre con la derecha catalana y
vasca) y hoy andan extremadamente preocupados por la decadencia del
PSOE. Tenemos que hacer un enorme esfuerzo político para construir el
bloque político-social alternativo precisamente en un momento donde el
PSOE vive una crisis profunda. Hay que insistir: no tenemos todo el
tiempo del mundo.
La propuesta de un proceso constituyente es
decisiva. Algunas veces parecería que se trata de una posición política
voluntarista o arbitraria. No es así. Han sido los poderes económicos
los que han puesto en crisis el régimen constitucional del 78 y han
iniciado la transición hacia otro que bien pudiéramos llamar de
democracia oligárquica. Así de claro y evidente. Lo fundamental es que
se está haciendo sin tener en cuenta al soberano, es decir, al conjunto
de ciudadanos y ciudadanas. Reclamar un proceso constituyente es
reivindicar la soberanía popular y el ejercicio de los derechos y
libertades violadas por los poderes fácticos con la complicidad, hay que
insistir una y otra vez, del PP y del PSOE.
Para ir terminando,
Cayo Lara ha venido poniendo el acento en algo que es muy importante: IU
gana votos y pierde afiliación. Él habla hasta de tragedia por esta
cuestión; verdaderamente lo es. La pregunta que habría que hacerse es
¿por qué? La cuestión podría plantearse del siguiente modo: hoy las
clases subalternas necesitan más que nunca organización, pero las viejas
formas-partido ya no sirven.
Fijémonos en dos asuntos para
entender lo que se quiere decir. De un lado, el predominio absoluto del
eje electoral-institucional en el funcionamiento regular de IU. Primera
paradoja: nos institucionalizamos cada vez más cuando los órganos
representativos tienen cada vez menos poder y la democracia decide cada
vez menos. De otro lado, las viejas formas-partido tradicionales del
movimiento obrero habían socializado enormemente la política y sus modos
de ejercerla. Hoy lo que predominan son partidos de cuadros cada vez
más profesionalizados y, segunda paradoja, donde hacen política
fundamentalmente los que viven de ella. Para la izquierda transformadora
esto es mortal.
Lo importante para el movimiento obrero
organizado era que miles de hombres y de mujeres dedicaban una parte de
su tiempo libre a la cosa pública, a la organización, al partido. Es lo
que se ha llamado “una economía moral de la multitud” o un “sector
público voluntario”. Pues bien, necesitamos hoy más que nunca formas de
“socialización de la política” que promuevan el compromiso y el trabajo
voluntario de miles de hombres y mujeres; la autoorganización social y
formas agregación social y económicas que generen un (contra) poder de
los que no tienen el poder.
Manuel Monereo
Es politólogo, abogado laboralista,
director del Área Política de El Viejo
Topo, miembro del patronato de la
Fundación de Investigaciones
Marxistas y, sobre todo, militante
histórico de una izquierda que, según
él, precisa de una verdadera
reconstrucción. Ha formado parte de
la directiva de Izquierda Unida y hoy se
congratula de ser “simplemente militante
de base” de dicha formación. En esta
entrevista, Manuel Monereo Pérez nos
ofrece su nada halagüeña valoración
de las recientes elecciones al
Parlamento Europeo en el
Estado español; traza el
perfil de una izquierda con
“poco coraje moral”, a la
que invita a la
“convergencia y la unidad
en la acción”, y nos anima
a tomar las calles.